A pesar de que Eurovisión no es un Festival Gay como muchos postulan, si es cierto que en los festivales de la actualidad es común que la lucha LGBT esté presente en la escenografía, en los discursos de los presentadores, en las propias candidaturas de los diferentes países participantes, etc. Pero la pregunta que cabe hacerse es: ¿realmente sirve eso de algo?

La respuesta no consta de un simple o no. Es mucho más compleja, va más allá de esos monosílabos.

Realmente de poco sirve que Petra Mede o Måns Zemerlöw se pongan a decir que los homosexuales tenemos unos derechos que hay que reconocer y respetar, que Europa se debe armar de tolerancia y que todos juntos debemos erradcar el odio,i si luego en cada país cada cadena de televisión promueve sus propios valores.

Aun a riesgo de parecer pesado con el tema de Eurovisión no es política, cabe destacar que, aunque sólo sea un poco, en el tema de la lucha LGBT, la política está presente en el festival.

Y repito, de poco sirve que la SVT ponga a sus presentadores a dar discursos pro-LGBT en Prime Time. Ya que luego cadenas como la NTU, Piervy Kanal, la Россия 1 (las dos últimas, rusas) o cadenas menos sonadas por la homofobia como la húngara MTVA; no ofrecen una programación plural, de calidad y contundente sobre lo que son realmente los derechos LGBT y cómo debemos promoverlos.

Por tanto la EBU tiene los deberes a medio acabar: sí ofrece un Festival de Eurovisión completamente plural y transparente con respecto al contexto social actual. Pero tampoco es capaz presionar a las cadenas con gobiernos desinteresados por esos colectivos (o en su contra); poniendo la excusa tan famosa de que en Eurovisión no entra la política, esto sólo es música. Aun así insisten en que Europa debe ser plural.

Pero claro, luego la EBU también se queja si Rusia recibe abucheos en la votación de la final, tal y como ha ocurrido en otras ediciones, a destacar, 2014. Esto lo provoca el desinterés y la insensatez rusa por el colectivo LGBT y la ambigüedad de la EBU en este tema.

Quizá en Eurovisión no debiera entrar la política y sólo tratarse de un festival musical, del festival musical más grande del planeta. Pero mientras no haya una Europa plural e igualitaria, la política será inevitable y necesaria para lograr ese objetivo que -casi- todos queremos.