23 de enero de 2018. El eurodrama empieza de nuevo.

Hace poco menos de un año publicaba otro artículo con una línea editorial muy similar a la que voy a usar hoy. El 3 de febrero de 2017 decía:

TVE ha dado a conocer pocos datos sobre Objetivo Eurovisión, pero las filtraciones que hemos conocido dan lugar a una sensación de rabia, cansancio e incomprensión. Dicha sensación puede llevar a que incluso nos preguntemos qué hace España en Eurovisión. […] Cansancio. La comunidad eurofan está ya muy cansada de que la televisión pública se ría de ellos, de los que la financian. […] Lo que genera incomprensión es el pensar por qué los directores de TVE hacen lo que hacen y también cómo lo hacen.

Y nada ha cambiado en los 365 días que pasaron desde la temporada de Eurovisión 2017. Parece que Toñi Prieto ha vivido -367 días Eurovisión en lugar de los 367 que proclamaba con gran verbosía.

Y es que RTVE seguirá siendo la misma hasta que sufra una renovación integral dentro del Departamento de Festivales, para eliminar los intereses arcaicos y traer un aire de modernidad a la televisión pública.

No es normal que TVE cambie las reglas de TODA la Final Nacional de improvisto, metiendo a un finalista con calzador (me da igual que sea Agoney o Ana Guerra) por una razón que, espero (porque no va a suceder) TVE nos cuente. TVE ha demostrado que lleva el cutrismo por bandera y que nadie es capaz de introducir la más mínima reforma dentro de ese ente cansado y sin ilusión.

Un año más me veo obligado a repetirlo, en TVE no hay falta de presupuesto, en España no hay falta de talento, en España no hay falta de buenos compositores. En RTVE faltan buenos directores con ilusión por el Festival, que busquen ganarlo de verdad.

Y por eso, un año más, dimita señora Prieto. Estamos hartos.