El eurodrama ha regresado a nuestras vidas muy pronto. Demasiado pronto para mi gusto. Ya volvemos a vivir en esa etapa de la depresión post-ESC en la que todo tipo de conspiraciones y errores son vistos en las redes sociales.

El representante sueco, Robin, ha protagonizado el eurodrama más reciente. En unas desafortunadísimas declaraciones ha acusado a Salvador Sobral de despreciar esa música a la que el portugués llama ‘fast-food music’.

Y con él, miles de personas se han posicionado en contra del controvertido discurso de Salvador Sobral. Parece que hace falta un traductor simultáneo para entenderlo.

Salvador, NO ha criticado la música pop. Critica a la música vacía, que sólo da ventas y copias, que aliena a las personas y las tiene enganchadas al reproductor de música. Por qué si no iba a decir que la propuesta italiana le encantaba. Muy simple, es una canción pop, pero con un mensaje. Hay que saber entender un discurso que se hace entre nervios y emociones fuertes.

Ya metiéndonos en mi opinión personal, otra cosa no, pero Eurovisión ha pecado desde hace mucho de tener música vacía y estúpida purulando en los escenarios.

El Imperio Discográfico cada vez domina más el panorama eurovisivo. Soy uno de los pocos eurofans en el lugar donde estudio, y gente que ve Eurovisión me lo dice: me dijiste que las canciones no decían nada, sólo sonaban bien, y es verdad.

Un testimonio de una mujer para nada eurofan, me dejó anonadado: estaba viendo las noticias en A3 y salió lo de Eurovisión. Estba harta de que saliesen los cinco puntos que nos habían dado y el gallo del chaval ese, pero no, pusieron la canción de Portugal. Es una de las pocas canciones de Eurovisión que me gustan; tiene sentimiento y deja de lado las pirotecnias, las acrobacias y las impresiones audiovisuales. Es una canción auténtica.

No os confundáis, la música de verdad, no es para una minoría que se cree superior culturalmente. Luego soy yo el primero que ama la canción sueca o la noruega. Con esto solamente se pretende decir que, en Eurovisión, hay música; arte en definitiva, más allá de Sony music o Universal.

Los autores independientes, las lenguas nacionales, un mensaje personal… Esos ingredientes, deberían ser básicos para ser artista.

Si a mi me componen mi canción, me dicen cómo tengo que cantarla y me imponen sus directrices, ¿qué hay de interesante en ser artista?